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Articles by James Banks

Quieto delante de Dios

La primera foto de una persona viva fue tomada por Louis Daguerre en 1838. Muestra una avenida vacía, excepto por esa persona, durante una tarde en París. Pero hay un aparente misterio en ella: la calle y las aceras deberían haber estado repletas de carros y transeúntes a esa hora del día, pero no se ve nada.

Riegos de ánimo

Cada primavera, un milagro se ha producido durante más de quince años. Después del invierno, el césped de nuestro patio delantero está marrón y polvoriento; a tal punto que los que pasan podrían pensar que ha muerto. Colorado tiene nieve en las montañas, pero el clima en las llanuras es seco, con advertencias de sequía durante los meses más cálidos. Pero todos los años, cerca del final de la primavera, conecto los aspersores; no con mucha agua, sino con un simple riego pequeño pero constante. Y a las dos semanas, lo que estaba seco y marrón se convierte en algo verde y exuberante.

Escucha a Dios

Hace tiempo, cuando conducía de la universidad a casa, el camino por el desierto parecía terriblemente aburrido. Como era largo y recto, más de una vez me encontré conduciendo más rápido de lo debido. Primero, una patrulla me hizo una advertencia. Luego, recibí una multa. Y después, fui citado por segunda vez por lo mismo.

Un babuino, una burra y yo

Jack sabía cómo encarrilar los trenes. En nueve años de trabajo, nunca se le escapó un cambio de vías cuando las locomotoras se acercaban a la estación, indicando con sus silbatos la dirección que debían tomar.

Sustentador de bendiciones

El 15 de enero de 1919, un enorme tanque de melaza explotó en Londres. Una ola de 4,5 metros de más de 7.5 millones de litros de melaza corrieron por las calles a casi 50 km/h, arrastrando vagones, edificios, personas y animales. La melaza puede parecer inocua, pero ese día fue mortal: 21 personas murieron y más de 150 resultaron heridas.

Perdido, hallado… gozo

Durante una caminata por la playa con mi esposa Cari, nos pusimos a conversar con un anciano que estaba usando un detector de metales cerca de la orilla del mar. «A veces, los anillos tienen nombres —explicó—, y me encanta ver la cara de los dueños cuando se los devuelvo. Lo publico en línea y me fijo si alguien contactó a objetos perdidos». Cuando mencionamos que a mí también me gusta detectar metales, pero que no lo hago con frecuencia, se despidió diciendo: «¡Nunca lo experimentarás a menos que vayas!».

Pero yo te digo…

«Sé lo que dicen. Pero yo te digo…». De niño, oí a mi madre decir esto miles de veces. El contexto era siempre la presión de los pares. Ella trataba de enseñarme que no siguiera al rebaño. Ya no soy un niño, pero la mentalidad de rebaño continúa viva y provocadora. Un ejemplo actual es esta frase: «Solo rodéate de gente positiva». Aunque esto se oiga con frecuencia, debemos preguntarnos: «¿Es esta una actitud cristiana?».

Oración atesorada

El cascanueces de Clark es un ave asombrosa. Cada año, antes del invierno, esconde provisiones de cuatro o cinco semillas de pino, llegando a reunir hasta 500 por hora. Meses más tarde, vuelve para desenterrar las semillas, aun de debajo de la nieve espesa. Puede recordar hasta 10.000 lugares donde las ha escondido; una hazaña asombrosa (sobre todo, pensando que a los humanos nos resulta difícil recordar dónde pusimos las llaves del auto o las gafas).

Dios nos persigue

Hace unos años, un hombre caminaba una cuadra delante de mí, con los brazos llenos de paquetes. De pronto, tropezó y se le cayó todo. Una pareja lo ayudó a pararse y a juntar las cosas. Pero dejaron algo: su billetera. La levanté y corrí, siguiendo al desconocido y esperando devolverle ese importante artículo. Grité: «¡Señor, señor!», hasta que capté su atención. Se dio vuelta justo cuando lo alcanzaba. Nunca olvidaré su expresión de sorpresa, alivio e inmensa gratitud cuando le di la billetera.

Pensamientos y oraciones

«Estarás en mis pensamientos y oraciones». Tal vez te preguntes si la persona que afirma esto lo dice de verdad. Pero cuando Edna Davis lo decía, nadie cuestionaba su veracidad. Todos en el pueblito conocían bien el cuaderno amarillo de la «Srta. Edna», lleno de nombres. Por la mañana, bien temprano, la anciana oraba a Dios. En su funeral, varios testificaron que algo maravilloso había sucedido en sus vidas y lo adjudicaban a las oraciones de la Srta. Edna.